Lectio divina
de Lc 2,22-52
(1ª) Cuando llegó
el tiempo de su purificación, conforme a la ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor –así lo prescribe la ley del
Señor: Todo primogénito varón será
consagrado al Señor– y para hacer
la ofrenda que manda la ley del
Señor: un par de tórtolas o dos pichones [Lv 12,8].
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que esperaba el consuelo de Israel y se guiaba por el Espíritu Santo. Le había comunicado el Espíritu Santo
que no moriría sin antes haber visto al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando los padres introducían al niño Jesús para
cumplir con él lo mandado en la
ley, Simeón lo tomó en brazos y
bendijo a Dios diciendo:
Ahora, Señor, puedes despedir a tu siervo
en paz, según tu promesa,
porque mis ojos han visto esta salvación [Is 40,5]
que has colocado ante todas las gentes:
como luz para alumbrar a las naciones [Is 49,6]
y gloria de tu pueblo, Israel.
Su padre y su madre estaban admirados por lo que decía acerca del
niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su
madre:
Mira: éste está puesto para que todos en Israel caigan o se levanten;
será una bandera discutida
mientras que a ti una espada te atravesará el alma
así quedará patente lo que todos piensan.
Estaba allí la profetisa Ana,
hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era de edad avanzada, había vivido siete
años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro. No se apartaba del
templo, sirviendo noche y día con oraciones y ayunos. Se presentó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a cuantos
aguardaban el rescate de Jerusalén.
Cumplidos todos los preceptos de
la ley del Señor, se volvieron
a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía,
llenándose de saber; y el favor
de Dios lo acompañaba.
(2ª) Por las fiestas de Pascua iban sus padres todos los años a Jerusalén [Dt 16,1-8]. Cuando cumplió
doce años, subieron a la fiesta
según costumbre. Al terminar esta, mientras ellos se volvían, el niño Jesús
se quedó en Jerusalén,
sin que sus padres lo supieran. Pensando que iba en la caravana, hicieron una jornada de camino y se pusieron
a buscarlo entre
parientes y conocidos. Al no encontrarlo,
volvieron en su busca a
Jerusalén.
Al cabo de tres días lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los
que lo oían estaban atónitos ante su inteligencia y sus respuestas. Al verlo,
se quedaron desconcertados, y
su madre le dijo:
Hijo, ¿por qué nos has hecho
esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos
angustiados.
El replicó: ¿Por qué me buscabais?
¿No sabíais que yo tengo que estar en
la casa de mi Padre?
Ellos no entendieron lo que les dijo. Bajó con ellos, fue a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su
madre lo guardaba todo en su
interior. Jesús progresaba en
saber, en estatura y en el favor de Dios y de los hombres.
TRASFONDO DE LECTURA
Comienza observando que el texto tiene dos partes.
Están señaladas. Los dos relatos se parecen bastante. Pero tienes que fijarte
en los detalles, especialmente, en la insistencia por parte de Lucas de que la
ley y los profetas se cumplen en Jesús
El primer bloque (1ª) se refiere a la presentación de
Jesús en el templo de Jerusalén. Lo llevan sus padres según lo previsto por la
Ley de Moisés. Es la costumbre. Puede dividirse en cuatro partes:
1.Escena en la que José y María llevan al niño Jesús al
templo de Jerusalén.
2.Recibimiento del niño por Simeón y doble oráculo sobre
el destino del niño.
3.Recibimiento del niño por la profetisa Ana.
4.Conclusión, que comprende el regreso a Nazaret, y
apostilla sobre el crecimiento del niño.
El segundo bloque (2ª), cuando Jesús
tiene unos doce años, sube de nuevo a Jerusalén para la fiesta de Pascua. Es
también la costumbre. Pero los detalles de la estancia en Jerusalén son muy
diferentes al texto anterior. Aquí lo importante no es tanto la ‘presentación’
cuanto que Jesús ‘se pierde’... Y, claro está, viene la consiguiente
preocupación de María y José. También puede dividirse en cuatro partes:
1.Jesús y sus padres suben a Jerusalén.
2.Los padres pierden a Jesús y lo buscan.
3.Los padres encuentran a Jesús y se quedan
desconcertados. Jesús responde subrayando las exigencias de su Padre.
4.Conclusión: Jesús baja con sus padres a Nazaret, y de
nuevo la apostilla sobre el crecimiento del joven Jesús.
MEDITACIÓN
* La ida a
Jerusalén cumple una ley que dice que a partir de los 12 años, todo judío tenía
que ir por Pascua al templo. Hay un rito y para un judío este “ir a la casa del
Señor” era todo júbilo, alegría. ¿Qué
sentirá Jesús al saber que va a la casa de su Padre?...
* Jesús nos
enseña que toda vida espiritual tiene que aceptar la ley.“Las vivencias más
hondas del amor deben reflejarse en unos preceptos” (K.Rahner). ¿Qué sentirá el corazón de este Niño al
acercarse a Jerusalén, él que tenía tan presente su filiación?...
* Subida a
Jerusalén, siempre es subida, camino ascendente hacia la cruz. Jesús se queda en el templo, con la
consiguiente sorpresa y desconcierto de sus padres. Sorpresa y dolor. El
discernimiento de Jesús se mueve entre la sorpresa y el dolor. Jesús era
consciente de donde tenía que estar. ¿Cómo
estará María?... ¿Y José?...
* Desconcierto. Porque la voluntad de
Dios era que estuviera en el templo y que los padres, angustiados, lo buscaran.
Y este desconcierto y misterio provoca dolor. Jesús experimenta ya desde
pequeño lo que es el dolor, al ver así a sus padres. ¡Cuántas veces a nosotros,...!
ORACIÓN
Como siempre, cuéntale ahora a Dios lo que estas
sintiendo: tu ilusión, tu miedo, tu decepción, tu esperanza. Ábrete a él en fe,
acción de gracias, súplica, ofrecimiento, confianza, aceptación... Pregúntale
alguna duda que te quede y espera su respuesta. Formula alguna pregunta que él
te hace y respóndele.
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Equipo de Lectio Divina de la UPComillas