viernes, 2 de agosto de 2013

El anuncio a María

LECTURA  ORANTE  DE  Lc 1,26-38

A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea que se llamaba Nazaret, a una virgen prometida a un hombre de la estirpe de David, de nombre José; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando donde ella, le dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.
Ella se turbó al oír estas palabras, preguntándose qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: No temas, María, porque has conseguido el favor divino. Vas a concebir,  darás a luz un hijo y le llamarás de nombre Jesús. Él será grande, y se llamará  hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David su padre. (Él) reinará para siempre en la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin.
María dijo al ángel: ¿Cómo será eso, si yo no vivo con un hombre?
El ángel contestó: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso al que va a nacer lo llamarán “Consagrado”, Hijo de Dios. Ahí está tu parienta Isabel: a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y a la que llamaban estéril está ya de seis meses. Para Dios no hay nada imposible.
María contestó: Aquí está la esclava del Señor. Y el ángel la dejó. 

Trasfondo a la lectura

Algunos cuadros de la Anunciación presentan a María leyendo las Escrituras en el momento en que el ángel se le aparece. Estaría leyendo las profecías mesiánicas que prometían la llegada de un Mesías, de un Salvador.  Su corazón oraba pidiendo su pronta venida.  La lectura de la Palabra es el contexto en que Dios puede también llegar a nosotros como a María con un mensaje.  Lo que Dios quiere decirte esta tarde está ahí escrito.  Léelo despacio.  No te pierdas detalle.  Busca por los rin­cones. Hazle preguntas al texto.  Deja que el texto te haga preguntas a ti. ¿Dónde entras tú en el cumplimiento de esas profecías?
Se trata de un relato de “Anunciación” según un género literario muy esquematizado, y puesto en paralelo con la anunciación de Zacarías que leímos la semana pasada. Dios manifiesta su mensaje por medio de Gabriel. La vidente se turba (v. 29 = 12). Gabriel dice: “No temas” (v 30 = 13). “Darás a luz un hijo y le llamarás” (v 31 = 13). “Será grande” (v 32 = 15). Pregunta del vidente (v.34 = 18). Un signo (v. 36 = 20).
El Salvador no viene del cielo en una cápsula espacial.  No será un extraterrestre.  Brota de la tierra. Es uno de nuestra raza. Es respuesta a una promesa de Dios y a la esperanza de un pueblo, Israel. María es su vínculo con nuestra naturaleza y nuestra historia. Pero al mismo tiempo es un don de Dios y no de la fuerza generativa del hombre. “La fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra”. Encabeza una humanidad nueva, un nuevo comienzo. Hijo de Adán, pero nuevo Adán (3,38).

Meditación

¿Qué se dice de María?
¿Por qué ha encontrado María gracia a los ojos de Dios.  ¿Cuáles son los criterios de elección de Dios? ¿Por qué escogió una muchacha virgen de Nazaret? ¿Qué te sugiere la palabra Nazaret? ¿De Nazaret puede salir algo bueno? ¿Cómo contrastan los criterios de elección de Dios con los nuestros?

¿Qué se dice del niño? Las palabras del ángel están inspiradas en 2 Samuel 7,9-16) y ven en el niño el cumplimiento de las promesas hechas a David, así como las palabras dichas sobre el Bautista eran el cumplimiento de Malaquías 3,1-3. 23.24 y sus promesas para los sacerdotes de Leví.

María se turba. ¿Por qué? ¿Sorpresa, desconcierto, estremecimiento?. Se turbó Herodes (Mt 2,3), Zacarías (Lc 1,12), los de Emaús (Lc 24,38). Pero la voz la tranquiliza y sigue pidiendo su disponibilidad.  Equivale al desconcierto ante algo que viene a alterar súbitamente nuestros planes y que no sabemos comprender del todo. Comparar su turbación con la nuestra, con nuestros miedos y perplejidades.

María se pregunta. ¿Cómo encaja este proyecto en mi realidad presente? ¿Qué sucederá cuando me vean encinta? ¿Quién se creerá mi relato?¿Sabré ser la madre adecuada? ¿Cuáles son mis preguntas? ¿Cómo encajan los panes que Dios me anuncia con la visión previa de mi realidad?

María cree. “Dichosa porque has creído que se cumpliría todo lo que ha dicho el Señor” (Lc 1, 45). Con la fe de Abraham y de los patriarcas, con la fe que se explicita en el capítulo 11 de la carta a los Hebreos. “Todo lo puedo en aquel que me conforta” (Flp 4,13). “Para Dios no hay nada imposible” (Lc 1, 37). Zacarías no creyó y pidió garantías. María en cambio no se mira a sí misma, a lo que ella puede o no puede, sino a la Palabra que la invita. Creer es abandonarse y comprometerse.

María consiente. “Hágase en mí”. No dice: “Lo voy a hacer”, sino “Hazlo”, “Te doy permiso”. “Consiento a tu voluntad”. El sí de María abre de nuevo las puer­tas del Paraíso que cerró la rebeldía de Eva. En aquél sí se jugaba el futuro del mundo. ¡Qué trascendencia tan grande tienen las decisiones espirituales que se toman en aparente intrascendencia! Las repercusiones de un sí dado a Dios son insospe­chadas. Permiten al Verbo encarnarse para redimir el mundo.

Oración

Cuéntale ahora a Dios lo que estas sintiendo: tu ilusión, tu miedo, tu decepción, tu esperanza. Ábrete a él en fe, acción de gracias, súplica, ofrecimiento, confianza, aceptación... Pregúntale alguna duda que te quede y espera su respuesta.  Formula alguna pregunta que él te hace y respóndele.
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Equipo de Lectio Divina de la UPComillas 


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